envejecimiento de la piel

 Envejecimiento de la piel


Entre todos los cambios fisiológicos que tienen lugar como consecuencia del envejecimiento, los de la piel constituyen el signo más visible. 

Las evidencias del aumento de la edad incluyen las arrugas y la piel flácida.

La piel tiene muchas funciones: protege del medio ambiente, ayuda a la regulación de la temperatura corporal y al balance de líquidos y de electrolitos, al igual que proporciona los receptores para las sensaciones como el tacto, dolor y presión.




Los cambios en la piel están relacionados con los factores ambientales, constitución  genética, nutrición y otros. No obstante, el factor aislado más importante es la exposición al sol, teniendo la certeza de que la luz ultravioleta es el principal agente determinante externo del envejecimiento cutáneo y se puede evidenciar al comparar las áreas del cuerpo que tienen una exposición regular al sol con las que están protegidas de la luz solar. 

Las personas con ojos azules y piel blanca muestran más cambios en la piel con el envejecimiento que las personas con piel oscura y fuertemente pigmentada.


Cambios por el envejecimiento



Con el envejecimiento, la epidermis (capa externa de la piel) se adelgaza, aunque el número de capas celulares permanece constante. La proporción de melanocitos disminuyen, pero individualmente incrementan su volumen, de ahí la apariencia delgada, pálida y translúcida de las pieles envejecidas.

Aparece la elastosis, que es aquella condición en que el tejido conectivo reduce la resistencia y elasticidad de la piel. Esta condición se produce fundamentalmente en las zonas expuestas al sol, por lo que recibe el nombre de elastosis solar.

La capa de grasa subcutánea, que facilita el aislamiento y la amortiguación se adelgaza, incrementando el riesgo de lesionar la piel y reduciendo la capacidad de mantener la temperatura corporal.

Algunos medicamentos son absorbidos por la capa grasa y la pérdida de dicha capa cambia la manera en que dichos medicamentos actúan. Las glándulas sudoríparas producen menos sudor, haciendo que sea más difícil mantenerse fresco y se incremente el riesgo de Hipertermia o de insolación.

Por otro lado, los vasos de la dermis se hacen más frágiles, provocando equimosis y sangrado bajo la piel. También aparecen angiomas.


Efectos de los cambios por el envejecimiento



A medida que las personas envejecen, se incrementa el riesgo de que se produzcan lesiones en la piel, pues ésta se adelgaza, se vuelve más frágil y pierde parte de los lípidos subcutáneas. Todo ello puede ir acompañado de una reducción de la  sensibilidad  táctil,  sensibilidad  de  presión,  de vibración, calor y frío. De esta forma, la piel envejecida corre un alto riesgo de lesionarse fácilmente. Los principales signos de envejecimiento de la piel son los siguientes:

 

Pérdida de firmeza

La piel produce menos elastina y colágeno. Como consecuencia de esta disminución, la piel se cae y encorva por la fuerza de la gravedad.

Sequedad

La piel envejecida pierde glándulas sudoríparas y oleosas, por lo que es más propensa a desarrollar asperezas y picazón.

Adelgazamiento y arrugas

El adelgazamiento se produce como consecuencia de la menor producción de células de la epidermis. La dermis también puede tornarse más delgada y  estos  cambios  en  ambas capas hacen que la piel parezca más como papel crepé y se arrugue.

Manchas de la edad

Los melanocitos se concentran en ciertas áreas, sobre todo en el dorso de la mano que ha estado expuesto al sol, y se agrupan formando lo que coloquialmente se conoce como manchas de la edad.


El envejecimiento de cada capa de la piel

Los signos del envejecimiento se manifiestan en la superficie de las capas de la piel:

Epidermis: la tasa de renovación celular se reduce, así como la producción de lípidos en la superficie de la piel lo que se traduce en aspereza y sequedad. A medida que la Epidermis envejece se hace menos resistente a la radiación ultravioleta. Igualmente, pierde capacidad de auto-curarse y se reduce la función inmunitaria, siendo más sensible a sufrir infecciones cutáneas.

Dermis: a partir de los 25 años de edad aproximadamente, se va perdiendo el colágeno de la piel. Esto, unido a una notoria declinación de la elastina da lugar a una desorganización del tejido cutáneo. La estructura de la piel se deteriora y se vuelve más propensa a formar arrugas. Por otro lado, la reducción de la circulación sanguínea va ligada a un menor suministro de nutrientes, por lo que la piel va perdiendo brillo.

Subdermis: en las capas más profundas, los cambios más notables se vinculan al tamaño y número de células que almacenan lípidos en la capa adiposa. Esta reducción genera un impacto en la pérdida de volumen, dando lugar a la formación de arrugas, mejillas huecas y falta de capacidad de curación de heridas.


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